sábado, 19 de junio de 2010

Luchar por nuestro hogar

Las armas con las que luchamos no son del mundo, sino que tienen el poder divino para derribar fortalezas.
2ª. Corintios 10:4

Lectura diaria: 2ª. Corintios 10:3-11. Versículo del día: 2ª. Corintios 10:4.

ENSEÑANZA

Definitivamente Satanás es un experto en atacar la familia. Él sabe que si arremete contra ella, sea por la parte financiera, emocional o de bienestar gana por partida doble, porque el impacto familiar es enorme. Se lleva por delante a cónyuges e hijos y después de destruido un hogar, su reconstrucción cuesta y cuesta mucho. El periodo de la adolescencia que es bien difícil de manejar, muchas veces nos saca de casillas, pero es ahí donde debemos ser fuertes y pararnos en la raya, pero en la raya espiritual. Es el momento propicio para sacar a relucir el fruto del Espíritu, porque el dominio propio es el que nos corresponde poner a funcionar con gotas de amor y bondad. No es fácil, cuando se entra en discordia sea por “A” o por “B”, queremos dejarnos llevar por iras o sentimientos mal encauzados y hasta se nos olvida que somos cristianos. El Señor aquí nos enseña que las armas con las que luchamos no son del mundo, son las de Dios y por consiguiente tienen gran poder para destruir y derribar fortalezas. Debemos tener el carácter suficiente y pararnos al frente del problema, confiando en que no seremos nosotros sino Dios quien actuará y día tras día irá transformando y renovando aquello que creemos imposible o perdido. Cojámonos fuertemente de la oración, del ayuno y practiquemos la obediencia. Dios nos ha permitido sustituir su autoridad para demoler, arrancar, derribar y destruir todo reino y poder de las tinieblas (rebeldía, desobediencia, idolatría, altivez, discordias, etc.); y construir, plantar y edificar (Jer. 1:10), un hogar donde reine el amor, la fraternidad, la unión, el perdón y la reconciliación. No podemos dejarnos vencer y menos tentar con pensamientos negativos creyendo que no hay nada que hacer. “Pelearán contra ti, pero no te podrán vencer, porque yo estoy contigo para librarte, afirma el Señor” (Jer. 1:19). Amado Señor: toma mi hogar y encauza a cada uno de sus miembros por la senda que ya les tienes trazada. Quiero descansar en ti; te entrego mi esposo y mis hijos porque sé que terminarás la buena obra que empezaste en ellos. ¡Gracias Señor! Amén. No temamos continuar, la batalla es del Señor.

Un abrazo y bendiciones.

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