Sin embargo, cuando predico el evangelio, no tengo de qué
enorgullecerme, ya que estoy bajo la obligación de hacerlo. ¡Ay de mí si
no predico el evangelio!1ª. Corintios 9:16.
Lectura diaria: 1ª. Corintios 9:15-27. Versículo del día: 1ª. Corintios 9:16.
ENSEÑANZA
Pablo inicia este capítulo hablando del apóstol; pues él aunque los demás no lo consideren de este modo, ejerce el apostolado. Él es el apóstol por excelencia y quien nos ha dejado grandes lecciones en este campo. Muchas veces se cree que por ser la persona cristiana o por llevar el evangelio a otros, se tiene que ser diferente. Mientras estemos aquí en el mundo, todos, absolutamente todos somos humanos y falibles. Somos tan débiles como cualquier otro y pecamos de igual manera. La diferencia está en reconocer los pecados, pedir perdón y continuar el camino del Señor. Gracias a Dios que ya somos justificados por la preciosa sangre de Jesús nuestro Señor. (Esto de ninguna manera quiere decir que “peco, confieso y empato”. ¡Ojo! De Dios nadie se burla). El predicar el evangelio no debe enorgullecernos porque es obligación hacerlo. El Señor dijo: “vayan y hagan discípulos” (Mt. 28:19), el verbo es imperativo; por consiguiente como orden, es lo que debemos cumplir. “¡Cuánto deseo afirmar mis caminos para cumplir tus decretos!” (Sal. 119:5). Sí; así nadie pueda entenderme y sean muchos los que me juzguen por una cosa u otra, seguiré avanzando en lo que sé, Dios me ha encomendado tratando de llegar a la meta y obtener la corona. Corona que vale muchísimo más que cualquier otra que reciba en la tierra, ya que ésta jamás se perderá (vv. 24-25).
Un abrazo y bendiciones.
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