domingo, 13 de junio de 2010

El más preciado tesoro

Pero tenemos este tesoro en vasijas de barro para que se vea que tan sublime poder viene de Dios y no de nosotros.
2ª. Corintios 4:7.


Lectura diaria: 2ª. Corintios 4:1-18. Versículo del día: 2ª. Corintios 4:7.

ENSEÑANZA

Este devocional es como una especie de complemente al de ayer 12 de junio. El más preciado tesoro es haber conocido al Señor Jesucristo y saber que por Él tenemos la salvación. Su luz resplandeció en medio de las tinieblas de nuestra vida para que brille en el corazón y conocer su gloria. Luz que se debe reflejar hacia los demás sin importar si estamos tristes o felices; acongojados o atribulados, porque como dice el siguiente verso: “Nos vemos atribulados en todo, pero no abatidos; perplejos, pero no desesperados; perseguidos, pero no abandonados; derribados, pero no destruidos” (v. 8). Tenemos que reconocer que en manos de Dios no somos más que vasijas de barro, moldeadas poco a poco por el gran Escultor. Toda aflicción y tribulación es precisamente para que no se nos olvide de dónde venimos y lo que el Señor puede hacer en cada uno. Su obra aquí en la tierra jamás terminará porque demanda de nosotros la perfección que sólo lograremos al reencontrarnos con Él en la eternidad. Allí lo corruptible se volverá incorruptible y lo mortal de inmortalidad (1 Co. 15:53). Entonces ¿qué debemos hacer mientras tanto aquí en la tierra? Como dice Deuteronomio 10: 12-13: “Y ahora, Israel, ¿qué te pide el Señor tu Dios? Simplemente que le temas y andes en todos sus caminos, que lo ames y le sirvas con todo tu corazón y con toda tu alma, y que cumplas los mandamientos y los preceptos que hoy te manda cumplir, para que te vaya bien”. Cambia “Israel” por tu nombre: Y ahora, Pedro, Juan, Martha, Pablo, Dora, ¿qué te pide el Señor tu Dios? ¿Estás dispuesto a obedecerle por encima de las aflicciones que puedan venir? Recuerda que el que siembra con lágrimas, con regocijo cosecha y el que llorando esparce la semilla, cantando recoge sus gavillas (Sal. 125:5-6). No importa en cuál campo hemos sembrado con llanto, puede ser en el del hogar, en el de los hijos, en el del trabajo, en el del ministerio, en el de las finanzas, etc., de todas maneras al final veremos los frutos alcanzados. Así que si por ahora esta vasija tiene que seguir moldeándose, nos regocijamos en saber que ahí en medio de ese barro que poco vale, está escondido el más preciado tesoro: el Señor Jesucristo, Rey de reyes y Señor de señores.

Un abrazo y bendiciones.


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