viernes, 28 de agosto de 2009

El hombre bienaventurado

Es como el árbol plantado a la orilla de un río que, cuando llega su tiempo, da fruto y sus hojas jamás se marchitan. ¡Todo cuanto hace prospera!

Salmo 1:3.

Lectura diaria: Salmo 1:1-6. Versículo del día: Salmo 1:3.

ENSEÑANZA

La Biblia nos enseña la dicha que recibe el hombre (aquí se refiere a todo el género humano), cuando hace las cosas al modo de Dios. La persona prudente y madura que no se deja guiar por los malos consejos, ni anda buscando lo no perdido en medio de habladurías y chismes. El hombre que prefiere deleitarse en la Palabra de Dios, antes de ir tras los llamados “amigos” que en vez de proporcionarle bien, causan divisiones y disgustos en su vida. Amigos que incitan al trago al adulterio, a proferir sandeces y que en últimas no le dejarán nada positivo. Cuando el Espíritu Santo llega a nuestra vida, se encarga de instigarnos para no caer en pecado y de esa manera ir educándonos para buscar la sabiduría que se encuentra en el verdadero temor al Señor. Es decir, se toma la tarea de conducirnos por el camino correcto, a medida que vamos alimentándonos de su bendita Palabra. Será como árbol plantado junto a la corriente de un río, donde sus hojas jamás se marchitarán. Eso es exactamente lo que le ocurre a quien se acoge bajo la disciplina del Señor. Su vida es aquel árbol que nunca se seca; el río de vida siempre estará fluyendo para darle nuevas fuerzas y renuevos. Sus problemas (sus hojas) reverdecen y se tornan en bendiciones porque la fuente del Espíritu estará ahí, para regarla y es inagotable. Bienaventurado quiere decir doblemente dichoso, doblemente bendecido. El Señor cuida ese camino. Sigue por él sin desviarte, que al final llegarás a la meta deseada.

Un abrazo y bendiciones.

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